131. Relaciones D/s el dolor de la ruptura




Frente a la visión que tienen algunos de que el BDSM son simplemente "juegos de cama", la realidad es que tanto sumisas como Dominantes empeñan sus almas en estas relaciones. Y las pierden cuando las relaciones se terminan.  


La silla se quedó vacía a principios del verano. Necesitaba tiempo, pensar en calma, todo eso que se dice en las despedidas. A cambio dejé vacío mi asiento preferido, en un lugar destacado, como una forma de escenificar la ausencia. Una tabla sostenida por cuatro patas, un abismo soportado por el recuerdo. 


Para quienes hemos dado este paso en nuestro andar por el BDSM, contiene una mezcla de emociones que son a veces difíciles de expresar. Sentimos como el corazón se detiene y deja de latir al punto que muestra la vulnerabilidad de las emociones en ser ya sea Dominante o sumiso. Muchas veces quien Domina se ve como si fuera una persona fuerte que no tiene permitido mostrar lo que siente pero déjenme decirles que no es así, hay veces que hemos llorado por el término de una relación y en otras sentimos un respiro de alivio desde lo más profundo del ser. 


Sea lo que sea lo que se experimente, siempre hay algo que se puede aprender de esta experiencia. No era un día como los otros. En este, la espera era diferente, el corazón no latía con fervor por la llegada de él, aun así, ella esperaba, de rodillas, en silencio, como siempre, como él lo pedía y ordenaba. En el centro de aquella habitación, solo se encontraba ella y aquel cojín, donde tantas veces, su Amo le daba el permiso para sentarse, ese cojín donde podía tomar la pierna de su Amo, donde le ofrecía tantas sonrisas, miradas y suspiros en el piso. 


Una pequeña mesa de madera les acompañaba, el silencio reinaba. Sobre ella, la correa, aquella cadena que tantas veces su Amo ponía en el collar, aquel que le marcaba como su propiedad, aquel que le hacía sentir orgullosa, aquella correa que tantas veces ha jalado y tensado, con el que tantas veces le acercó a su rostro y sin palabra alguna, le decía que era suya y ella sonreía alegre, orgullosa de pertenecerle y así, lo comprendía. Hoy era un día diferente, su mirada era triste, una lágrima escapaba y por su mejilla, rodaba por su rostro con la miraba al piso, esperando que llegase aquel que es su Amo. Un cofre cerrado con candado, un cofre sucio, envuelto en polvo y tierra, un cofre lleno de promesas y votos, había sido desenterrado; resguardando, pétalos de rosa blancos y rojos, un tallo seco, espinas envueltas en sangre seca, una vela y una cuerda. Junto aquel cofre, un plato extendido, blanco como la nieve en la montaña. Un sonido le estremeció hasta el alma de aquella sumisa, sacándola de su estupor, los pasos de su Amo se escucharon, retumbaban en aquella habitación, él se acercaba, llegaba, el corazón de ella se sobresaltó, pero su mirada no levantó. Avanzó hasta ella, dejando distancia entre ambos. Amo y sumisa en aquella habitación, pero no había excitación, no había incertidumbre de lo que Él haría, no había nervios por lo que pasaría. Y su voz se hizo presente. 


"Hoy..." —él, quien en todo momento mantenía calma, autocontrol, quien con aplomo ordenaba, dictaba y decidía, no pudo continuar, las palabras se le quedaban en la garganta, la voz se le quebraba y un nudo en el pecho le consumía, pero sabía que debía continuar. "Hoy, por todo aquello que se ha dicho, hoy, yo..." —miró hacia arriba, cerró los ojos y con gran dificultad, suspiró. "Hoy, yo, yo te doy la libertad" —dijo al sentir que su corazón se quebraba como lo hace un vaso que cae al piso. Ella no pudo más y en ahogados sollozos, lágrimas en su rostro lloraba sin compasión, trataba de hacerlo en silencio, pero aquellas palabras, eran como una daga que atravesaba su corazón. 


Él, hacia un esfuerzo supremo por no hacer lo mismo, cerraba sus puños con fuerza y apretaba su pecho para evitar cualquier indicio de debilidad pero su corazón latía y sufría. "Hoy, ya no estás más bajo mi dominio, por lo que desde este momento tienes el poder en ti; ese que me cediste alguna vez, ahora es tuyo. Eres libre de ir y venir a por donde quieras y a tú placer, tu cuerpo y tu voluntad están nuevamente contigo" —entre sollozos porque no podía aguantar más. Guardó silencio, lo que venía era duro de decir, de pronunciar, pero lo tenía que hacer: "Ahora tú retira ese collar que un día puse en tu cuello y depositalo en ese cojín. Ella, con lentitud y solemnidad pero sin dejar dejar de llorar, liberó sus manos que se entrelazaban frente a su cuerpo, y con sollozos que no podía evitar, quitaba aquel collar, aquel collar que era parte de su piel, de su cuerpo, de su mente, lo quitaba con sentimiento y agonía. Ni deseaba hacerlo, pero sabía que debía. 


Inconscientemente, lo llevó hasta sus labios, dejándolo un momento ahí, como grabando un beso, un beso que llevaba su esencia... y lo dejó sobre aquel cojín. "En este momento, los votos que te ataban a mí quedan disueltos" —la voz de aquel hombre se quebró al pronunciar aquellas palabras. "Eres libre" —pronunció con dolor. Él, abre el candado, con la llave que colgaba de su cuello, del interior del cofre saca la vela y las rosas secas, retira los pétalos y los deposita en aquel plato blanco. Entrega la vela a quien fuera su sumisa y la enciende, ella sabe que debe hacer, en esta ocasión, la cera no tocaría su cuerpo, no le haría gritar, gemir, retorcerse de placer, su fin era otro. No se lo han ordenado, aunque hubiese querido que así fuera; envuelta en un mar de lágrimas, con esa vela, ella quema aquellas flores, aquellos pétalos que se encontraban manchados con pequeñas gotas de sangre seca, quedando solo rastros carbonizados de lo que un día fue.  


Él, toma de esa mesa la correa, la cadena que tantas veces su mano sostuvo y con ella guiaba el andar de quien fuera su propiedad; le veía y sin pensarlo, se perdía en los recuerdos. Quería detener todo ahí pero sabía que debía continuar. "Te entrego la correa, esta correa de la cual ahora eres dueña, significa que ya no es mía y que tú tomas las riendas de tu destino, de tu propia vida. Ya no estás más a mi disposición, ya no estás más bajo mi dominio, ya no debes estar más de rodillas, así que, por favor, ponte de pie" —en su interior él pensaba que la tortura para ambos era demasiada y no podía contenerse, su voz se quebraba en cada palabra y las lágrimas de sus ojos brotaban como infinitas cascadas, solo que no había un hermoso paisaje rodeándolas sino pena y dolor en el alma.  


Ella con esfuerzo por lo que iba a hacer, dejar el sitio que le correspondía, se resistía; pero debía, sabía que tenía que hacerlo, y así, lentamente entre lágrimas y sollozos, sus rodillas dejaron el piso, ella se puso de pie, no porque se lo ordenaban, se lo solicitaban. Él ahogado en llanto le dice: "Ahora, quiero que sepas, que te deseo lo mejor, una vida plena y llena de felicidad. Agradezco cada momento que me brindaste, cada orden cumplida, cada vez que me complaciste sin pedir nada a cambio. Agradezco tu disposición de aprender y llegar a ser lo que yo esperaba que fueras; siempre serás especial en mi vida, ya que contigo también aprendí muchas cosas que me servirán en este camino que ahora emprenderemos en soledad. Nunca pierdas esa sonrisa que me cautivó y nunca permitas que la luz que enciende la belleza de tu rostro se apague. Vive tu vida al máximo y recuerda que ésta también nos brinda momentos que vale la pena atesorar como yo lo haré con los momentos que vivimos juntos. Ah, por favor, te pido, te suplico; retírate y sientas lo que sientas, no mires atrás. No quiero correr a la puerta y pedirte que te detengas, solo avanza y mira al frente". 


Ella se quedó un momento ahí, ambos se miraban, estaban dolidos por lo que ocurría. Con profunda tristeza, ella dio la vuelta y caminó lentamente, deseaba voltear, regresar, abrazarlo y decirle que no lo dejaría, que ella era suya, que Él era su guía, su luz en la noche, su luz de día, pero siguió adelante; en su mano izquierda, su correa, la derecha en su boca, ahogaban sus deseos por llorar a grito abierto, por liberar ese dolor que le consumía. Sabía que cruzar la puerta, era el inicio de un nuevo camino, cerrarla, era dejar en aquella habitación, el secreto hecho cenizas y que ambos sabían, jamás sería revelado aquello que durante su relación había pasado. Alegrías, dolor, placer, agonía, marcas, complicidad, amor, risas, lágrimas quedaban en las cenizas. Ella cruzó el umbral de la puerta, la cerró y no regresó más. 


Él, con el corazón desecho, no pudo evitarlo más, lágrimas silenciosas escapaban, llenas de dolor; aún así, el prosiguió, tomó el plato y se acercó hasta la ventana, la abrió y sopló las cenizas que ahí se contenían y miró como el viento se llevaba un trozo de su vida. En su mente resonaba la voz de aquella mujer que con un "buenos días mi Amo" hacía que su día fuera el mejor de todos. Resonaba la sonrisa perversa de aquella sumisa que lo complacía cada vez que estaban juntos. Resonaban esos besos lascivos que eran capaces de encender un bosque en llamas. Encendió un cigarrillo y en cada fumada que daba una lágrima caía. Parte de su vida y de su historia se había marchado con aquella mujer sumisa que tuvo como suya y que cuidó como la más valiosa de las joyas. 


Ahora, si hay algo que pudiste aprender de esto, te recomiendo que vivas minuto a minuto tu relación; que la disfrutes y que guardes cada momento como una lección aprendida. El dolor es un paso más para conocer la felicidad, nadie dice que es fácil pero se puede hacer llevadero si de verdad en tu relación existieron momentos felices. No puedo decirte que mañana o en unos minutos más volverás a ser feliz y tendrás una nueva sumisa o un nuevo Amo pero cuando sea el tiempo entenderás que fue un paso más para la plenitud y fue un paso más para ser feliz. 




 


Pasiones Prohibidas ®

Comentarios

  1. Recuerdo cuando lei este artículo la primera vez
    Siempre es bueno repasar la información porque en base al tiempo y la experiencia es completamente enriquecedor en la formación de criterio
    Excelente artículo mi Señor 💋💋

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  2. Una gran enseñanza lecciones de vida.
    Hay cosas que te marcan de por vida y eso jamas se borra ni se olvida.

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