BDSM un estilo de vida

Desde el nacimiento estamos orientados a ser conformistas, adecuados, correctos. La conformidad con los estándares sociales es el requisito para un comportamiento aceptable, y se nos recuerda de forma constante y consistente. No siempre lo hacemos, pero es la  excepción que confirma la regla. Existen personas que escuchan una canción diferente y desean escoger un estilo de vida no  aceptable para la corriente principal. Es el caso del BDSM. Si uno escoge un rol superior o  inferior, estamos fuera de los límites aceptables del comportamiento. Paradójicamente, los Dominantes, que no son nada conformistas con los comportamientos  sexuales, son al mismo tiempo vistos como modelos, héroes, ídolos. En un sentido son  identificados como exploradores, conquistadores y personas que se realizan a sí mismos. No he dicho que nuestra sociedad sea coherente. Sólo pretende que sus miembros sigan un camino. Desde el momento que la dominación es contracultura no hay un camino rápido y fácil para ll

Dominatrix financiera, cuando lo que excita es que te toquen la cartera. Este tipo de amas por encargo humillan a sus esclavos a través del dinero que ganan. No hay esposas, ni ataduras ni látigos, sino cheques bancarios, regalos de lujo y control de sus finanzas. Sexo, poder y dinero han sido siempre los tres motores de la Humanidad; los impulsos primarios, las principales motivaciones para llevar a cabo actos delictivos, el leit motiv de la mafia, las causas últimas que descarrilan o encumbran vidas. Tres elementos que han convivido juntos en infinidad de combinaciones y permutas destinadas a diversos fines. El mundo del BDSM siempre ha jugado con las nociones de sexo y poder; mientras que la modalidad llamada dominación financiera incluye un nuevo elemento, en torno al cual gira toda la relación: el dinero. Si las tarjetas de crédito son ahora nuestras señas de identidad, no es extraño pensar que quienes disfrutan siendo dominados o sometidos encuentren tremendamente excitan