92. Sadismo, masoquismo y dolor erótico
Habría
que rescatar la palabra “sádico”. En el mundo vainilla frecuentemente se toma
como sinónimo de “cruel”, pero en el contexto del BDSM
(Bondage-Dominación-Sumisión-Sadismo-Masoquismo) sabemos que no es así. Por origen
etimológico, sadismo se refiere a la tendencia sexual del Marqués de Sade, que
muchos compartimos. No somos crueles, no vamos por la vida haciendo sufrir a
las personas o torturando animales indefensos. Simplemente, nos excita el
dolor, como a nuestra contrapartida, los masoquistas. Y no cualquier tipo de
dolor, sino un dolor especial, aplicado a la piel de las zonas erógenas: el
culo, los muslos, los pies, los genitales, la espalda. Es un dolor que calienta
y enrojece la piel, despertando su sensibilidad. A este tipo de dolor bien se
le puede llamar “dolor erótico”.
Aparte
de nuestra afición al dolor erótico, otra característica de muchos
sadomasoquistas es el fetichismo por el castigo. Nos gusta la idea de castigar
o ser castigados, quizás porque nos devuelve a la infancia, una época en la que
padres y maestros ejercían sobre nosotros un poder incontestable. Las cosas
eran más simples entonces: las decisiones se movían en una simple escala de
bueno-malo establecida por la figura de autoridad de turno. En el fetiche de
castigo el sadomasoquismo conecta con la dominación-sumisión. Le otorgamos a
otra persona poder sobre nosotros, para que decida si lo que hacemos está bien
o está mal. Y, si es lo último, para que nos castigue con maltratos físicos o imponiéndonos
tareas desagradables.
El
sádico y la masoquista danzan juntos un baile de intercambio de poder. El dolor
tiene una propiedad que lo diferencia de las otras sensaciones: es inescapable,
no permite que dejemos de prestarle atención. Curiosamente, la otra sensación
que tiene esta propiedad es el placer. Como el dolor obliga a nuestra atención
a concentrarse en él, cuando el sádico lo administra no sólo ejerce control
sobre el cuerpo de la masoquista, sino también sobre su mente. Durante la sesión
sadomasoquista este control se va profundizando, provocando cambios en las
estructuras más profundas del cerebro de la subyugada, mareas de
neurotransmisores y neuropéptidos que actúan sobre ella como una verdadera
droga. Al mismo tiempo, la mente del sádico también se altera, quizás de forma
más sutil, llevándolo también a él a satisfacer esos deseos inconfesables.
Pero,
¿son estos cambios en el cerebro sanos o malsanos? ¿Acaso no acabarán por
deteriorar la fuerza de voluntad de la sumisa, convirtiéndola en el pelele del
primer amo que la reclame? ¿Esa afición creciente al dolor, acaso no es
autodestructiva? ¿No puede llegar a crear adicción, como una droga? Y en cuanto
al sádico, ¿cómo puede estar bien el querer hacerle daño a alguien? ¿En su
búsqueda del dolor ajeno, no acabará convirtiéndose en un degenerado, en un
torturador como tantos personajes horrendos que llenan las páginas de los
libros de historia? Quizás con el tiempo encuentre que el dolor que le causa a
su sumisa no es suficiente, y se embarque en una búsqueda creciente de más y
más sufrimiento, en la que la mujer que tiene debajo deja de ser una persona
para convertirse en un mero objeto en el que puede desencadenar su perversión.
Intuimos que no es así, que el sádico establece una profunda relación emocional
con la masoquista que los realza a los dos como personas pero, ¿existe
evidencia alguna de esto? Os invito a examinar detenidamente, a la luz de la
ciencia, los cambios que se producen en el cerebro del sádico y la masoquista.
Quizás así podamos encontrar pistas sobre lo que es en realidad el
sadomasoquismo.
Las vías del dolor: de la piel al
cerebro
El
daño que producen varas, fustas, palas, correas o látigos es recogido por las
fibras C, axones neuronales delicados y finos que, al contrario de la fibras A
(que transmiten las señales táctiles), carecen de la vaina protectora de
mielina. Las fibras A y las fibras C se agrupan por millones en haces: los
nervios sensoriales. Muchas de las fibras C están especializadas en trasmitir
señales de dolor provenientes principalmente de la piel, y en menor medida de
los músculos, las articulaciones, los huesos y los órganos internos. Las fibras
C transmiten señales a una velocidad lenta comparada con las fibras A, apenas
un metro por segundo. También se encargan de liberar dentro de la dermis
sustancias que producen hinchazón y aumentan el riego sanguíneo: la inflamación
que pone el culo de la sumisa “rojo como un tomate”, deja esas bonitas estrías
paralelas después de un “caning”, o causa las bandas de cebra de los correazos.
Las
señales dolorosas que viajan por las fibras C alcanzan el asta dorsal de la
médula espinal, donde hace sinapsis (conexiones) con neuronas capaces de
regular el dolor, aumentándolo o disminuyéndolo en respuesta a señales de las
vías descendentes de control del dolor, de las que hablaré más adelante. La
señal dolorosa, una vez modificada, es recogida por neuronas especializadas del
asta dorsal, que la mandan al cerebro. Después de atravesar nuevas conexiones
sinápticas en el bulbo raquídeo y en el tálamo (la parte del cerebro encargada
de recolectar y distribuir todas las sensaciones sensoriales), llega finalmente
a su destino, tres zonas de la corteza cerebral: el córtex somato sensorial, el
córtex del cíngulo anterior y la ínsula.
Quizás
estos nombres os suenen a chino a los que no tengáis una afición particular por
la neurociencia, pero si tenéis un poco de paciencia veréis que entender la
función de estas partes del cerebro es fundamental para comprender el
sadomasoquismo. El córtex somatosensorial es una banda que cruza el cerebro por
los lados, de arriba abajo, como una diadema. Su función es la de localizar el
sitio del cuerpo de dónde proviene el dolor: ¿es el culo, el coño o los pies?
Pero no es allí donde nos duele el dolor, donde se nos hace desagradable (o
paradójicamente placentero, en el caso de la masoquista). De eso se encarga la
ínsula, así llamada porque forma una isla de sustancia gris al fondo de un
profundo pliegue a los lados del cerebro. La ínsula es donde nos damos cuenta
de cuánto nos duele. Allí es donde se genera esa propiedad del dolor de la que
hablaba antes, que nos impide desviar nuestra atención de él. La ínsula
controla todas las emociones asociadas al dolor, sean positivas o negativas, y
también las asociadas al placer: la excitación sexual y el orgasmo. Así mismo
participa en una gran variedad de emociones: la tristeza, el asco, la
indignación, la ira, la alegría, la empatía y el amor. Por lo tanto, vemos como
en una pequeña zona del cerebro se dan la mano el dolor y el placer, e invitan
al baile a todas las demás emociones. Los pasos de esa danza estarán
determinados por las características de cada individuo, por su historia
personal y sus decisiones; pero es concebible que el dolor llame al placer, y
que juntos invoquen a la alegría, quizás incluso al amor.
El
córtex del cíngulo está en la superficie de contacto de los dos hemisferios
cerebrales, formando un collar que rodea al cuerpo calloso, el haz de fibras
nerviosas que conecta a los dos hemisferios. Su aspecto anterior (hacia la
frente) realiza funciones parecidas a las de la ínsula, pero mientras que la
ínsula es todo emoción, el córtex del cíngulo anterior (en la imagen figura con
sus siglas en inglés: ACC) divide su tarea entre la emoción y el conocimiento.
Otras de sus funciones incluyen detectar errores, resolver conflictos, mantener
la atención y la motivación. Pero quizás la más importante es la de hacer que
nos “demos cuenta” - la consciencia. Por lo tanto, podríamos decir que el
córtex del cíngulo anterior es donde el dolor se hace consciente.
Nota aclaratoria
Pido
disculpas por usar las palabras “Dominante” y “sumisa” con ese género
particular. No me gusta hacer malabarismos gramaticales en pos de la corrección
política. Quiero dejar claro que todo lo dicho se aplica igualmente en los
casos en que una mujer domina a un hombre, o a parejas del mismo sexo. Al usar
esas palabras de forma intercambiable con “sádico” y “masoquista”, también he
pasado por alto la diferencia fundamental entre sadomasoquismo y
dominancia-sumisión. En inglés es posible englobar estos dos aspectos usando
las palabras “top” para referirse tanto al sádico como al dominante (de los dos
sexos) y “bottom” para referirse tanto a la masoquista como a la sumisa.
Desgraciadamente, todavía no hay términos similares en castellano. De todas
formas, este artículo se refiere específicamente al sadomasoquismo, y sólo de
forma tangencial a los casos de dominancia-sumisión que no conlleven
sadomasoquismo.
Pasiones Prohibidas
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Excelente amore mío💋 como siempre muy bien explicado mi Señor 😈😈 sensaciónes únicas muy placenteras
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